sábado, 26 de septiembre de 2015

FOTOS CLASE 26/09/15

FOTOS CLASE Y EXPOSICIONES 26/09/2015

 APOYO VISUAL DE LOS GRUPOS REALIZADO CON MATERIALES RECICLADOS




































































lunes, 21 de septiembre de 2015

HOLGUÍN, 21 Sep. 15 / 10:07 am (ACI).- El Papa Francisco presidió una multitudinaria Misa en la Plaza de la Revolución en la ciudad de Holguín. A continuación el texto completo de la homilía pronunciada por el Santo Padre:
Celebramos la fiesta del apóstol y evangelista San Mateo. Celebramos la historia de una conversión. Él mismo, en su evangelio, nos cuenta cómo fue el encuentro que marcó su vida, él nos introduce en un «juego de miradas» que es capaz de transformar la historia.
Un día, como otro cualquiera, mientras estaba sentado en la mesa de la recaudación de los impuestos, Jesús pasaba, lo vio, se acercó y le dijo: «“Sígueme”. Y él, levantándose, lo siguió».
Jesús lo miró. Qué fuerza de amor tuvo la mirada de Jesús para movilizar a Mateo como lo hizo; qué fuerza han de haber tenido esos ojos para levantarlo. Sabemos que Mateo era un publicano, es decir, recaudaba impuestos de los judíos para dárselos a los romanos. Los publicanos eran mal vistos e incluso considerados pecadores, y por eso vivían apartados y despreciados por los demás. Con ellos no se podía comer, ni hablar, ni orar. Eran traidores para el pueblo: le sacaban a su gente para dárselo a otros. Los publicanos pertenecían a esta categoría social.
Y Jesús se detuvo, no pasó de largo precipitadamente, lo miró sin prisa, lo miró con paz. Lo miró con ojos de misericordia; lo miró como nadie lo había mirado antes. Y esa mirada abrió su corazón, lo hizo libre, lo sanó, le dio una esperanza, una nueva vida como a Zaqueo, a Bartimeo, a María Magdalena, a Pedro y también a cada uno de nosotros.
Aunque no nos atrevemos a levantar los ojos al Señor, Él siempre nos mira primero. Es nuestra historia personal; al igual que muchos otros, cada uno de nosotros puede decir: yo también soy un pecador en el que Jesús puso su mirada. Los invito a que hoy en sus casas, o en la iglesia, estén tranquilos, solos. Hagan un momento de silencio para recordar con gratitud y alegría aquellas circunstancias, aquel momento en que la mirada misericordiosa de Dios se posó en nuestra vida.
Su amor nos precede, su mirada se adelanta a nuestra necesidad. Él sabe ver más allá de las apariencias, más allá del pecado, más allá del fracaso o de la indignidad. Sabe ver más allá de la categoría social a la que podemos pertenecer. Él ve más allá de todo eso, él ve esa dignidad de hijo que todos tenemos, tal vez ensuciada por el pecado, pero siempre presente en el fondo de nuestra alma. Es nuestra dignidad de hijos. Él ha venido precisamente a buscar a todos aquellos que se sienten indignos de Dios, indignos de los demás. Dejémonos mirar por Jesús, dejemos que su mirada recorra nuestras calles, dejemos que su mirada nos devuelva la alegría, la esperanza, el gozo de la vida.
Después de mirarlo con misericordia, el Señor le dijo a Mateo: «Sígueme». Y Mateo se levantó y lo siguió. Después de la mirada, la palabra. Tras el amor, la misión. Mateo ya no es el mismo; interiormente ha cambiado. El encuentro con Jesús, con su amor misericordioso, lo transformó. Y atrás queda el banco de los impuestos, el dinero, su exclusión. Antes él esperaba sentado para recaudar, para sacarle a los otros, ahora con Jesús tiene que levantarse para dar, para entregar, para entregarse a los demás. Jesús lo miró y Mateo encontró la alegría en el servicio.
Para Mateo, y para todo el que sintió la mirada de Jesús, sus conciudadanos no son aquellos a los que «se vive», se usa y se abusa. La mirada de Jesús genera una actividad misionera, de servicio, de entrega. Sus conciudadanos son aquellos a quien sirve. Su amor cura nuestras miopías y nos estimula a mirar más allá, a no quedarnos en las apariencias o en lo políticamente correcto.
Jesús va delante, nos precede, abre el camino y nos invita a seguirlo. Nos invita a ir lentamente superando nuestros preconceptos, nuestras resistencias al cambio de los demás e incluso de nosotros mismos. Nos desafía día a día conuna pregunta: ¿Crees? ¿Crees que es posible que un recaudador se transforme en servidor? ¿Crees que es posible que un traidor se vuelva un amigo? ¿Crees que es posible que el hijo de un carpintero sea el Hijo de Dios? Su mirada transforma nuestras miradas, su corazón transforma nuestro corazón. Dios es Padre que busca la salvación de todos sus hijos.
Dejémonos mirar por el Señor en la oración, en la Eucaristía, en la Confesión, en nuestros hermanos, especialmente en aquellos que se sienten dejados, más solos. Y aprendamos a mirar como Él nos mira. Compartamos su ternura y su misericordia con los enfermos, los presos, los ancianos o las familias en dificultad. Una y otra vez somos llamados a aprender de Jesús que mira siempre lo más auténtico que vive en cada persona, que es precisamente la imagen de su Padre.
Sé con qué esfuerzo y sacrificio la Iglesia en Cuba trabaja para llevar a todos, aún en los sitios más apartados, la palabra y la presencia de Cristo. Una mención especial merecen las llamadas «casas de misión» que, ante la escasez de templos y de sacerdotes, permiten a tantas personas poder tener un espacio de oración, de escucha de la Palabra, de catequesis y vida de comunidad. Son pequeños signos de la presencia de Dios en nuestros barrios y una ayuda cotidiana para hacer vivas las palabras del apóstol Pablo: «Les ruego que anden como pide la vocación a la que han sido convocados. Sean siempre humildes y amables, sean comprensivos, sobrellevándose mutuamente con amor; esfuércense en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz» (Ef 4,2).
Deseo dirigir ahora la mirada a la Virgen María, Virgen de la Caridad del Cobre, a quien Cuba acogió en sus brazos y le abrió sus puertas para siempre, y a ellale pido que mantenga sobre todos y cada uno de los hijos de esta noble nación su mirada maternal y que esos «sus ojos misericordiosos» estén siempre atentos a cada uno de ustedes, sus hogares, sus familias, a las personas que puedan estar sintiendo que para ellos no hay lugar. Que ella nos guarde a todos como cuidó a Jesús en su amor. Y que ella nos enseñe a mirar a los demás como Jesús nos miró a cada uno de nosotros.

sábado, 19 de septiembre de 2015


María y los laicos 

Germán Doig K.

 La figura de María está íntimamente unida al cristiano común…

Dueña de un espíritu profundamente abnegado, hizo de su vida un testimonio elocuente de fidelidad al plan de Dios. Pero esto fue realizado en la vida cotidiana. Su entrega se forjó y realizó en el esfuerzo diario, ordinario de la vida hogareña, en la dulce tarea de educar, y más tarde acompañar, a su hijo.

Su espiritualidad puede, pues, ser calificada como una espiritualidad de la vida cotidiana, inserta en el acontecer diario del mundo, y que por lo tanto parte de una valoración positiva de la realidad temporal y de la acción del ser humano en ella.

María resulta así modelo ideal para el laico contemporáneo, cuya inserción en el mundo le plantea, aún, no pocos interrogantes, e incluso le produce rupturas.

La figura y el papel de la Virgen no se detiene ahí Además de ser modelo, lo que podría dejarla en un rol estático, Ella está por decisión de su Hijo activamente presente en la vida del cristiano.

Ella como Madre, nos va guiando hacia la conformación con su hijo. Una espiritualidad para el laico contemporáneo no puede pues dejar de mirar a la Madre y de recurrir a Ella.
...

Su tarea no se redujo al “fiat” por el que nos vino la salud, ni sólo a la educación del hijo, o sólo a acompañarlo durante toda su vida hasta el momento final del Golgota. Junto a la Maternidad fisica del Salvador, María, ya desde la misma Anunciación-Encarnación empieza a desarrollar su misión de Madre de la Iglesia. Desde la Cruz, el Señor explicita esta misión Maternal.

Estracto de “María y los laicos” - Vida y Espiritualidad - 2001
Fuente: pensamientocatolico.blogspot.com

FOTOS CLASE 19/09/2015

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